Esta mañana temprano he vuelto a disfrutar de mi actividad favorita: caminar descalza en la orilla del mar, donde la arena está húmeda y mis pies se hunden menos que en la arena seca.
Camino saboreando cada pisada desde el talón hasta la punta de los dedos del pie, sintiendo el rasposo cosquilleo de la arena. Mis ojos se deleitan mirando el mar de color verde jade con su oleaje blanco y espumoso. Siento como el sol de invierno calienta mi piel, la brisa me revuelve el pelo y me hace sentir liberada. Practico la respiración consciente mientras camino a paso ligero.
Todos sabemos que los tacones altos son malos para nuestros pies, para nuestra postura. Pocos saben que el mejor zapato es aquel que no nos impide sentir el contacto con el suelo. Las suelas deberían ser finas y blandas no gruesas y duras. Si sentimos el suelo caminamos mejor y esto repercute en la salud de nuestro pies y por lo tanto en nuestra salud en general.
Probad caminar descalzos siempre que podáis: en la playa, en un prado, en el jardín de casa.
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